El síndrome del ojo seco es una enfermedad multifactorial que afecta a la superficie ocular caracterizada por una pérdida de homeostasis de la película lagrimal y viene acompañada de síntomas oculares, en los que la inestabilidad e hiperosmolaridad de la película lagrimal, la inflamación y el daño de la superficie ocular y las anomalías neurosensoriales desempeñan funciones etiológicas. - Definición de TFOS DEWS II - 2017
Molestias oculares (ardor, sensación de tener arena, dificultad para abrir los párpados, especialmente al despertar), alteraciones visuales (visión borrosa, fotofobia), inestabilidad de la película lagrimal con posible daño en la superficie ocular.
El tratamiento médico debe intentar reducir o eliminar, siempre que sea posible, los factores desencadenantes de la patología, así como reducir las molestias que esta afección provoca. Por lo general, se recomienda un tratamiento sintomático, que implica el uso de colirios o geles cuya composición es similar a las lágrimas, lo que se conoce como "lágrimas artificiales".
El síndrome del ojo seco, denominado "queratoconjuntivitis seca" en jerga médica, es una enfermedad multifactorial que afecta a la película lagrimal y a la superficie ocular y que provoca molestias, alteraciones visuales, inestabilidad de la película lagrimal y un posible daño en la superficie ocular. Viene acompañada de un aumento de la osmolaridad de la película lagrimal y de la inflamación de la superficie ocular.
La película lagrimal es una película que cubre la superficie de la córnea y la conjuntiva y constituye la interfaz entre el ojo y el exterior. Consta de tres capas distintas: lipídica, acuosa y mucosa.
La parte acuosa de la película lagrimal es la más abundante y contiene numerosas proteínas y electrolitos, incluida la lisozima, con propiedades antibacterianas. De su producción se encargan las glándulas lagrimales.
La película lagrimal realiza varias funciones:
— lubrica el ojo, creando una superficie lisa en la córnea sobre la que los párpados pueden deslizarse fácilmente;
— nutre la córnea, ya que esta carece de vasos sanguíneos (tejido vascular) y recibe nutrientes y oxígeno a través de la película lagrimal;
— protege el ojo de infecciones bacterianas y víricas y elimina las sustancias de desecho.
En función de las causas, es posible distinguir dos tipos principales de sequedad ocular: 1) por hiposecreción; 2) por evaporación.
Entre las formas causadas por la hiposecreción, en las que se da un menor funcionamiento de las glándulas lagrimales, se encuentran las formas relacionadas con enfermedades autoinmunitarias como el síndrome de Sjögren, en primera instancia, pero también la artritis reumatoide, el lupus eritematoso sistémico, la poliarteritis nodosa, la granulomatosis de Wegener, la esclerosis sistémica y otras enfermedades del tejido conjuntivo.
Por otra parte, existen los síndromes del ojo seco de tipo hiposecretivo "no Sjögren", los más importantes de los cuales están relacionados con el envejecimiento.
Los síndromes del ojo seco provocados por el exceso de evaporación pueden clasificarse, en función de las condiciones que los determinen, en "intrínsecos" (p. ej., en caso de disfunción de las glándulas de Meibomio o anomalías orbitales o de los párpados) y "extrínsecos" (debido al uso de lentes de contacto o medicamentos tópicos con conservantes, enfermedades oculares como alergias y conjuntivitis o deficiencia de vitamina A).
Los principales factores de riesgo pueden resumirse de la siguiente manera:
1. Edad: el envejecimiento es la causa del deterioro progresivo de las glándulas lagrimales.
2. Sexo: las mujeres de entre 40 y 60 años se ven más afectadas por el ojo seco, probablemente debido al nuevo equilibrio hormonal después de la menopausia.
3. Uso de determinados medicamentos: hormonas, inmunosupresores, antihipertensivos, antihistamínicos, antidepresivos y otros.
4. Factores climáticos y ambientales: aire acondicionado, clima seco, tabaquismo, viento, contaminación.
5. Uso prolongado de ordenadores y televisión.
6. Deficiencia nutricional: ingesta insuficiente de vitamina A.
7. Uso de lentes de contacto. En este sentido, se ha observado que el uso de cualquier tipo de lentes de contacto provoca alteraciones en la superficie del ojo y de la película lagrimal. La magnitud de estos efectos varía en función del material de la lentilla, la forma de uso y las características de la persona que la lleva. Por lo general, las lentes de contacto de hidrogel de silicona tienen menos efectos perjudiciales. El riesgo de infecciones e inflamación de la córnea sigue siendo alto, especialmente en caso de que las lentillas se utilicen con frecuencia durante la noche. En caso de uso diurno predominante, el daño en la superficie ocular también puede deberse al uso de algunas soluciones para la limpieza diaria de las lentes, a las que el ojo puede ser o volverse especialmente sensible.
En los últimos años, el síndrome de ojo seco, como otras enfermedades oculares como el glaucoma y el queratocono, se ha asociado al estrés oxidativo. La superficie del ojo también está especialmente expuesta a agentes ambientales (viento, cambios en la temperatura, rayos ultravioleta) y agentes irritantes que la hacen vulnerable al estrés oxidativo. Los factores mecánicos como el uso de lentes de contacto o la cirugía ocular también pueden causar estrés oxidativo en la superficie del ojo.
Los pacientes afectados por sequedad ocular pueden presentar diversos síntomas, como quemazón, sensación de tener arenilla en el ojo, dificultad para abrir el párpado (especialmente al despertar), visión borrosa, fotofobia (sensibilidad a la luz) o dolor (en casos graves). Estos síntomas suelen ir acompañados de signos clínicos como enrojecimiento, hiposecreción mucosa, dolor.
El síndrome del ojo seco es una patología muy frecuente cuyo diagnóstico puede hacerse mediante varias pruebas, algunas de las cuales se utilizan para diagnosticar alteraciones cualitativas de la película lagrimal (como la prueba del tiempo de ruptura lagrimal), mientras que otras miden la deficiencia de lágrimas (como el test de Schirmer).
También hay una prueba para diagnosticar el síndrome del ojo seco midiendo la osmolaridad lagrimal: un aumento de este parámetro indica la presencia del síndrome del ojo seco.
La mayoría de las formas de síndrome del ojo seco tienden a ser crónicas y recurrentes. Por lo tanto, el tratamiento debe diseñarse principalmente para reducir o eliminar, siempre que sea posible, los factores desencadenantes de la enfermedad y para reducir las molestias que causa esta afección, con el fin de mejorar la calidad de vida del paciente.
Por lo general, se trata de un tratamiento sintomático, que implica el uso de colirios o geles cuya composición es similar a las lágrimas, lo que se conoce como "lágrimas artificiales", con propiedades lubricantes e hidratantes.
Recientemente se ha considerado importante utilizar lágrimas artificiales con propiedades antioxidantes.
Se desaconseja encarecidamente la autoprescripción de lágrimas artificiales; en su lugar, se recomienda acudir a la consulta de un oftalmólogo para recibir un diagnóstico preciso y para la prescripción de un tratamiento adecuado.
Además, es preferible utilizar lágrimas artificiales sin conservantes porque, como consecuencia del uso prolongado de productos que contengan conservantes, podría dañarse la superficie del ojo ya afectada.
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